Nuestro viaje por Marruecos
A nuestra llegada al aeropuerto de Tánger, fuimos recibidos por Hamid, un guía del equipo.
Muy amablemente se dirigió a nosotros para hacernos saber que estaban esperándonos y llevarnos a nuestro destino final de
ese día, Chefchaouen. En el camino, se presentó el y el chofer quién nos acompañaría todo el recorrido.
Desde el primer instante hicimos clic con los dos. Y logramos una gran amistad con ellos.
Chefchaouen, un pequeño pueblo de ensueño, con sus estrechos callejones, caminamos, subimos y bajamos, sus fachadas todas
pintadas en azul, y sobre todo la gente muy amable y cortés.- No nos fue difícil comunicarnos con ellos porque todos
hablaban español, aunque además dos de los integrantes de nuestro grupo hablan árabe clásico y era más
fácil darnos a entender.
En cada ciudad conocimos gente buena y preocupada porque nos encontremos a gusto.
Hicimos varias visitas a diferentes ciudades, pero las que más disfrutamos y más nos dejaron fueron:
Chefchaouen, Fes, Essaouira y Marrakech, lugares que no puede uno dejar de visitar cuando tienen planeado un viaje por Marruecos.
En un principio, sentíamos que algo faltaba, como que todo lo que visitamos era por fuera, como si fuera un museo al aire libre,
veíamos fachadas de estilo mudéjar, sobre todo en las Medinas, sus puertas, sus murallas antiguas, sus zocos que son algo
que uno no puede perderse, algo muy típico de todo el país, pero varios de los edificios no se podían visitar por
dentro, esto es lo que nos pasó en Rabat. Queríamos ver como el marroquí vive, cuáles eran sus costumbres,
sus tradiciones, entender mas su cultura y estar un poco más en contacto con ellos.


La comida en general, estuvo muy bien, sus platillos típicos y sus postres, aunque tres de las personas que viajaban en nuestro
grupo son vegetarianas, no les fue difícil.
Conforme fuimos avanzando, las cosas cambiaron, las visitas estuvieron mucho más interesantes, los guías internos de cada
ciudad nos enseñaron un poco más lo que buscábamos de este viaje, por ejemplo Ouffae, en Fes, nos mostró el
zoco más famoso y más grande de todo Marruecos, sus callejones laberinticos, que de no ser por ella, nos hubiéramos
perdido en él. Visitamos los diferentes talleres de los artesanos, que es parte de su cultura, mientras caminábamos,
disfrutamos de los puestos, de su colorido, del aroma de las especias y frutos secos, degustamos algunos.
Observamos a su gente vestidos con sus trajes típicos, los gilab y sus turbantes, sus vendedores tratando de vender lo que fuera,
para poder llevar unos cuantos dÃrhams a su hogar, las fastuosas fachadas de las mezquitas y madrazas. Mientras caminábamos escuchamos
los sonidos desde los minaretes, para hacerles saber a sus feligreses que era la hora de ir a las mezquitas a orar.
Saliendo de ahí nos dirigimos al barrio Mellah, que era un asentamiento judío, donde vivieron por muchos años como
hermanos con los marroquíes, visitamos su sinagoga, la cual estuvo muy interesante, y donde tienen objetos religiosos que datan de la
época de los años 1500s.
Casablanca a nuestro gusto, podíamos habérnosla ahorrado, fuera de la visita de la Mezquita de Mohamed V, que estuvo espectacular,
tuvimos la oportunidad de visitarla por dentro, y de conocer un poco más a fondo su doctrina, su religión. Con que
hubiéramos solo pasado por esta ciudad era suficiente.
Essaouira, un pueblo pesquero increÃblemente bonito que fue conquistado por los portugueses. Sus vistas, sus olas rompiendo en las rocas,
su muralla con sus cañones, para defenderse de otras embarcaciones, su medina, su mercado, una ciudad de innumerables contrastes.
Los pescadores y sus barcos, el puerto, puntos clave para tomar muy buenas fotos.
Los 2 Hamid, nos llevaron a visitar una cooperativa, donde las mujeres trabajan con la semilla del argán, que le llaman la semilla del
oro, donde nos explicaron el proceso que llevan desde que recogen el fruto, hasta la elaboración de los productos, muchos de ellos
comestibles y algunos otros para maquillajes y otros usos. Estuvo increíble ver como lo trabajan, pero lo mejor de todo, es que
nos bailaron y cantaron, nos sentimos como en casa.
Nos dirigimos hacia Marrakech, una ciudad increíble llena de contrastes, La medina con su gran plaza El Fna, un lugar mágico,
eterno rincón de olores, sabores y gentes, con narradores de cuentos, encantadores de serpientes, gente de todo tipo y artistas
callejeros contando sus historias y leyendas, es un lugar que cautiva desde el primer instante.
Ahí conocimos a Tuki, el guía que nos mostró esa encantadora ciudad, un gran guía que nos explicó
muy profundamente la historia de cada rincón de Marrakech, aunque sentimos que no fue suficiente para ver todo lo que hay, hacer
el recorrido solamente en medio día, creemos que se necesita por lo menos 2 días completos desde la mañanita hasta
que obscurece para ver todo lo que ofrece esta gran ciudad. Pero no conforme todavía, por no haber conocido todavía la casa
de alguna familia Bereber, nos dirigimos hacia las montañas de Ourika a contemplar sus vistas y su pequeña cascada, y ahora
sí, para cerrar con broche de ORO, tuvimos la oportunidad de visitar lo que tanto deseábamos, visitar el hogar de una familia.
Nos sentimos muy a gusto, caminamos por sus espacios y vimos su forma de vivir y de convivir, nos recibieron en su estancia, nos ofrecieron
el té, y un pan recién hecho en casa por ellos, para acompañar el pan, nos ofrecieron aceite y miel hechos a base de
argán. Fue una velada inolvidable, la señora de la casa nos hizo sentir como de la familia, antes de salir nos tomamos una foto
con ella, nos despedimos y tomamos el camión hacia Marrakech, para al otro día salir hacia Madrid.
FUE UN VIAJE MARAVILLOSO, LLENO DE CONTRASTES, UNA CULTURA MUY DIFERENTE